Desde que mi padre se volvió a casar, no puedo evitar de fantasear con mi madrastra tetona. Tiene una figura espectacular y logra despertar en mi un morbo terrible. Una tarde me la encontré echándose la siesta en el sofá y para despertarla de una manera especial, aparecí por sorpresa para comerle el coño. Podían pasar dos cosas: o me echaba la bronca o me dejaba continuar. Pues para mi sorpresa, la muy golfa me dejó seguir y al final, disfrutamos de una follada incestuosa y acordamos guardar el secreto.