Una milf rubia con mucho dinero, acostumbrada a conseguir todo lo que desea, no tiene reparos en pagar cuando lo que se le antoja es sexo anal. Su marido estaba trabajando y ella sola y aburrida, así que contrató los servicios de un masajista, que no dudó en aprovechar la ocasión cuando se dio cuenta de las intenciones de la mujer, a la que se folló con gusto y sin contemplaciones.